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La pareja perfecta














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La pareja perfecta















 

     Hace un calor de la puta madre. El pavimento se vuelve agua a lo lejos y una perra embarazada toda entierrada se acuesta en la sombra que ella proyecta apoyada en el fierro del paradero. No pasa ni un auto y menos la micro que está esperando. Hoy se ha vestido con una faldita de mezclilla y un peto morado. Lleva chalas y unas pulseras, collares y aritos de color púrpura. Vestida así ni se parece a la escolar de las siete y media de la mañana. Masca nerviosa un chicle. En su frente se ha alojado una capa de sudor que disipa con su mano que luego seca en su falda. Se queda concentrada mirando si es que ha  quedado manchada y en eso aparece la micro. Se le ilumina la cara de tanta alegría. No necesita ni siquiera estirar la mano para hacerle la parada. El bus se detiene frente a ella. Una sonrisa la saluda desde arriba. Ella bota el chicle y se monta en el vehículo. Un beso caluroso la recibe y la invita a sentarse. Una señora con cartera de mimbre y sentada en los primeros asientos, mueve la cabeza en señal de molestia y golpea el suelo con su bastón. La micro avanza y unas miradas cómplices se  pueden ver en el CD que cuelga del retrovisor. Ella se irá cortando boletos hasta el paradero y de vuelta hará lo mismo. En unas tres horas más, se bajará de la micro un poco más chascona y más feliz de lo que se subió.

Hay días en que a él le toca descanso entre vuelta y vuelta y en la garita en Quinta Normal, se quedan mirando la tele capeando el calor infernal que hace en Santiago a eso de las cuatro. Al caballero que atiende el almacén de la esquina, le cae muy bien la chiquilla y cuando la ve le regala un vaso de mote con huesillos. Es gracioso verlos tomarse el jugo y luego acabar con el último mote, parecen un par de cabros chicos. A él no le gusta el huesillo y se lo deja a ella que lo ocupa para jueguitos un tanto eróticos en su boca. Eso a él le encanta.

Una tarde, igual de calurosa y árida que de costumbre, a él se le echa a perder la máquina. Lo malo que es justo después de que ella se hubo apoyado en ella. El dueño del bus le advierte de que no quiere ver más a la niñita en el paradero porque claramente trae mala suerte. Choro como siempre lo ha sido, no duda en aforrarle un combo en plena nariz a su patrón por ofender a su novia y acaba en la calle. Despedido. Ella llora y le pide perdones que él no escucha por gritarle obscenidades al dueño de la micro. Ha quedado cesante y en su mirada hay una furia asquerosa. Ella lo mira con los ojos llorosos y no atina más que a besarlo tierno en la boca. Al parecer, ese cariño repentino lo sorprende y se queda mirándola extrañado. Ella le quita el sudor de la frente y se seca la mano en su faldita. Luego, le agarra un cachete del poto y sonríe.

Allá a lo lejos, donde el pavimento parece agua, van abrazados comiendo mote de un vaso de plástico. ¿No son acaso el uno para el otro?
















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